La distribuidora European Dreams Factory, que mostró películas tan exitosas como "Bella" o "La última cima", hace ahora una apuesta por un género diferente, el del documental comprometido por una causa que no puede ser más noble y necesaria en estos tiempos nuestros: la defensa de la vida humana contra el aborto. Y lo hace con la película de David K. Kyle, que ha sido estrenada en Mallorca el 12 de octubre.
El director estadounidense presenta el fruto de cuatro años de investigación, que quiere ser una protesta contra el desarrollo abortista del gobierno estadounidense, y de otros, y el desvelo de un importante negocio económico que muchos han montado en torno a la realidad del aborto.
La película parte de la verdad incuestionable para la ciencia de que la vida humana, como la de cualquier otra especie, empieza en el momento de la concepción, hecho sobre el que existe un abrumador acuerdo en innumerables trabajos médicos y biológicos.
De hecho, una cosa que he constatado en los catorce años que hace que me dedico a la pastoral sanitaria como capellán, por mis múltiples contactos con los profesionales del mundo de la salud, es que dentro del colectivo de los médicos, y también de enfermería, existe un amplio rechazo al aborto, y están mal vistos lo que se dedican a abortar, pues dedicarse a la medicina es desear salvar vidas, no acabar con ellas. Precisamente por ello, es absolutamente fundamental la necesidad de preservar el derecho de objeción de conciencia para los médicos que no quieran colaborar con abortos, objeción que algunos legisladores están poniendo en peligro.
Si desde la concepción hay vida humana, todo lo que sea atacar esa vida, ya sea mediante fármacos o mediante intervenciones quirúrgicas, supone siempre matar humanos, y por ello, el aborto constituye el mayor problema ético de nuestro tiempo, que ya supera en número de víctimas a todos los muertos de las guerras del siglo XX. Sólo como ejemplo podemos decir que en EE UU se calcula que se producen 3.500 abortos diarios.
Además de ello, el aborto supone un daño que marca para siempre a las mujeres que lo practican. En este sentido, en el documental se expresa que "Muchas mujeres jamás le cuentan a nadie que han abortado; están tan traumatizadas que permanecen en silencio". Y se recoge también la confesión de una antigua abortista que dice: "Si la gente supiera realmente el daño que el aborto hace a las mujeres, por no hablar de los bebes muertos, se acabaría con ello."
Uno de los testimonios que aparecen en la valiente película que comento es el de una mujer que en relación con el embarazo y los problemas que pueden surgir en él, subraya el espíritu de la verdadera maternidad diciendo: "Si por lo que estamos luchando es vida, ¿cómo vas a destruir una vida en el esfuerzo de esa lucha? Si lucho duramente por salvar mi propia vida, ¿cómo voy a ser capaz de matar a otro para lograrlo?"
La película no exhibe ninguna imagen grotesca, pero es verdaderamente conmovedora, y puede ayudar a superar muchos tópicos que se han creado en torno al problema del aborto. En mi opinión, su visualización puede ayudar a muchas personas a vencer prejuicios y aclarar ideas.
En relación al tema me viene a la memoria la campaña provida de la Conferencia Episcopal de hace dos años en que se comparaba el poco apoyo a la vida humana respecto a la protección del lince ibérico y otras especies. Hoy tal vez se podría actualizar esa campaña con una comparación con las corridas taurinas. Pues mientras algunos no las quieren declarar patrimonio cultural y apelan a no hacer sufrir a los toros para incluso prohibirlas, resulta que muchos de estos mismos promueven el aborto.
RICARDO RAMOS C
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