Siendo arzobispo de Buenos Aires, el hoy Papa Francisco mantuvo largas
conversaciones con su gran amigo el rabino Abraham Skorka, director del
Seminario Rabínico Latinoamericano. Aquel diálogo -que abordaba asuntos
teológicos, económicos, sociales y políticos- ve ahora la luz en un libro,
«Sobre el Cielo y la Tierra».
Bergoglio al rabino Skorka: El cristianismo condena con la misma fuerza tanto al comunismo como al capitalismo salvaje. Existe una propiedad privada, pero con la obligación de socializarla en parámetros justos. Un ejemplo claro de lo que sucede es lo que pasa con el dinero que fuga al exterior. El dinero también tiene patria, y aquel que explota una industria en el país y se lleva el dinero para guardarlo afuera está pecando. Porque no honra con ese dinero al país que le da la riqueza, al pueblo que trabaja para generar esa riqueza.
Bergoglio: De ahí la importancia que tiene entre nosotros el concepto de deuda social. En todo usufructo, hay que considerar la dimensión de deuda social.
Bergoglio: Hay un dicho de un predicador de los primeros siglos del cristianismo que dice que detrás de una gran fortuna siempre hay un crimen. No creo que siempre sea verdad. Comparto lo que dice, Rabino: algunos creen que por dar una donación lavan su conciencia. Pero, en el diálogo pastoral, la conciencia se lava de otra manera. A veces pregunto al que se confiesa si da limosna a los mendigos. Cuando me dicen que sí, sigo preguntando: «¿Y mira a los ojos al que le da limosna, le toca la mano?». Y ahí empiezan a enredarse, porque muchos le tiran la moneda y voltean la cabeza. Son actitudes, gestos. O sos solidario con tu pueblo o vivís de tu dinero mal habido. Nosotros tenemos el séptimo mandamiento, no robarás.
Está aquel que tiene dinero mal habido y quiere restituirlo con una obra de beneficencia. Jamás acepto una restitución si no hay un cambio de conducta, un arrepentimiento que me conste. Si no, lava la conciencia, pero después sigue la farra. Una vez a un dirigente religioso lo acusaban de recibir dinero del narcotráfico, y él decía que usaba el dinero para el bien y no preguntaba de dónde venía. Eso está mal.
El dinero manchado con sangre no se puede aceptar. La relación entre la religión y el dinero nunca ha sido fácil. Siempre se habla del oro del Vaticano, pero eso es un museo. También hay que distinguir el museo de la religión. Una religión necesita dinero para manejar sus obras, y eso se hace a través de instituciones bancarias, no es ilícito. El tema es el uso que uno hace del dinero que recibe en calidad de limosna o contribuciones. El balance vaticano es público, siempre da déficit: lo que entra en donaciones o por visitas a museos va a leprosarios, a escuelas, a comunidades africanas, asiáticas, americanas.
Bergoglio: Lo peor que le puede pasar a un religioso es una doble vida, sea rabino, cura o pastor. En una persona común, puede suceder que tenga su hogar acá y su nidito allá y que no parezca tan condenable, pero en un hombre religioso es absolutamente condenable. Juan Pablo II fue terminante en eso, con el lío del Banco Ambrosiano ordenó que se pague todo.
Bergoglio al rabino Skorka: El cristianismo condena con la misma fuerza tanto al comunismo como al capitalismo salvaje. Existe una propiedad privada, pero con la obligación de socializarla en parámetros justos. Un ejemplo claro de lo que sucede es lo que pasa con el dinero que fuga al exterior. El dinero también tiene patria, y aquel que explota una industria en el país y se lleva el dinero para guardarlo afuera está pecando. Porque no honra con ese dinero al país que le da la riqueza, al pueblo que trabaja para generar esa riqueza.
Bergoglio: De ahí la importancia que tiene entre nosotros el concepto de deuda social. En todo usufructo, hay que considerar la dimensión de deuda social.
Bergoglio: Hay un dicho de un predicador de los primeros siglos del cristianismo que dice que detrás de una gran fortuna siempre hay un crimen. No creo que siempre sea verdad. Comparto lo que dice, Rabino: algunos creen que por dar una donación lavan su conciencia. Pero, en el diálogo pastoral, la conciencia se lava de otra manera. A veces pregunto al que se confiesa si da limosna a los mendigos. Cuando me dicen que sí, sigo preguntando: «¿Y mira a los ojos al que le da limosna, le toca la mano?». Y ahí empiezan a enredarse, porque muchos le tiran la moneda y voltean la cabeza. Son actitudes, gestos. O sos solidario con tu pueblo o vivís de tu dinero mal habido. Nosotros tenemos el séptimo mandamiento, no robarás.
Está aquel que tiene dinero mal habido y quiere restituirlo con una obra de beneficencia. Jamás acepto una restitución si no hay un cambio de conducta, un arrepentimiento que me conste. Si no, lava la conciencia, pero después sigue la farra. Una vez a un dirigente religioso lo acusaban de recibir dinero del narcotráfico, y él decía que usaba el dinero para el bien y no preguntaba de dónde venía. Eso está mal.
El dinero manchado con sangre no se puede aceptar. La relación entre la religión y el dinero nunca ha sido fácil. Siempre se habla del oro del Vaticano, pero eso es un museo. También hay que distinguir el museo de la religión. Una religión necesita dinero para manejar sus obras, y eso se hace a través de instituciones bancarias, no es ilícito. El tema es el uso que uno hace del dinero que recibe en calidad de limosna o contribuciones. El balance vaticano es público, siempre da déficit: lo que entra en donaciones o por visitas a museos va a leprosarios, a escuelas, a comunidades africanas, asiáticas, americanas.
Bergoglio: Lo peor que le puede pasar a un religioso es una doble vida, sea rabino, cura o pastor. En una persona común, puede suceder que tenga su hogar acá y su nidito allá y que no parezca tan condenable, pero en un hombre religioso es absolutamente condenable. Juan Pablo II fue terminante en eso, con el lío del Banco Ambrosiano ordenó que se pague todo.
http://www.abc.es/sociedad/20130317/abci-tercera-bergoglio-201303171248.html
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